Por enésima vez.
Clamo al cielo en este blog y vuelvo a hablar sobre los registros.
Un día escribimos un libro que sea "Factores de inteligencia".
Capítulo 1. Cómo saber adaptarse a cualquier situación, persona o país.
Capítulo 2. El maravilloso mundo de la humildad.
Capítulo 3. Lee mucho, escribe bien.
Capítulo 4. Aprende a saber hablar y tener registros.
Y así un largo etcétera.
Por supuesto.
Que cada uno puede estar pensando "pues yo no pondría eso, pondría tal cosa", y claro, como opinar es gratis...
A lo que iba.
Que me repatea enoooooooormemente que alguien no sepa distinguir cómo tiene que expresarse dependiendo de sus interlocutores. No puedes hablar en francés si estás con españoles. No puedes pedirle a tu abuela que te pase el nunchuk de la Wii. No puedes decirle a un empresario cualquiera que no tiene activado el ADSL en el puerto porque corres el riesgo de que te pregunte "el puerto?... a la orilla del mar, como siempre no?".
Total.
Que todo esto viene porque yo quería escribir más sobre lo que hago en mi trabajo. Y como no sólo de subirse a las torres vive el hombre... pues...
- Por lo visto fallaba el TR1.
- Eso no debería influir en el FAX. Estaban bien las IPs?
- Sí. Los multi estaban bien. Cambiamos el SIP por el SPP y poco más.
- Y los codecs.
- Al final lo hemos dejado en el U, y no en el A.
- Mmmm...
- Conseguí hacerle ping a los ATA y al multi local. Luego configuré la WAN y cambié la máscara para poder ver los remotos.
- Si no va, conéctate a la IDU y ves el VPN.
- Y si no le ponemos aquí un FXO y allí un FXS y andando...
Tal cual.
jueves, 24 de enero de 2008
sábado, 19 de enero de 2008
se ofrecía
...chico con ganas de trabajar...
Cuando llegamos a la cima de Ricote comprobamos que hacía buen tiempo. El cielo estaba despejado y desde lo alto se podían ver claramente los picos que nos interesaban, en concreto, Columbares.
Al pie de la torre no hacía mucho viento y apenas frío. Me puse el forro polar mientras miraba hacia arriba, repasando lo que tenía que hacer.
- Orientar la parabólica, desconectar la barbacoa y conectarla al otro equipo, vale.
Llené mis bolsillos. Llave del 17. Cojo dos más por si acaso. Llave del 11. Destornillador. Tijeras y bridas, para los cables.
Me puse el arnés, avisé a mi compañero y empecé a subir la escalera.
Los últimos días ya me notaba las manos hinchadas, y me dolía a cada escalón que me agarraba. Una mano del derecho y la otra del revés, maldita fractura...
Serían en total unos veinte metros los que tenía que subir pero a mitad de trayecto una antena tipo tambor entorpecía la escalera. Con cuidado de no tocarla la evité y continué subiendo. El viento era cada vez más fuerte conforme iba ascendiendo.
Por fin, llegué a mi destino. Con cuidado te sueltas de una mano y coges el mosquetón. Tu cuerpo pasa a depender de una mano a otra mientras pasas la cuerda por los hierros de la torre y... clic, tu vida depende ahora de una cuerda.
Entonces me di cuenta de que la diferencia de temperatura con respecto al suelo era abismal. Y el viento era cada vez más fuerte. Me puse manos a la obra.
Saqué la llave y empecé a aflojar la parabólica. A cada tirón me dolía más la mano, de la posición, del esfuerzo y del frío, que congelaba los dedos. Para colmo, no llegaba bien a las tuercas de arriba, así que tenía que volver a desengancharme, subir unos escalones, engancharme de nuevo y ponerme a trabajar. Eso tan "simple" me costó horrores. El viento me echaba hacia atrás y no podía casi moverme. Incluso estando atado con el arnés tenía que sujetarme con las manos a la torre, por el "respeto" que me daban algunas ráfagas.
Siempre dicen que "no mires hacia abajo". Pero me he dado cuenta de que no tengo tanto vértigo como pensaba. A los 1124 + 20 metros de altura que estaba, lo mejor que podía hacer hasta que parara la ráfaga era mirar el paisaje.
Y cuando llevas treinta segundos y no ha parado, decides seguir porque si no, te pasas toda la mañana ahí arriba.
Al rato, conseguí darle un buen meneo a la antena. Saqué medio cuerpo de la torre para poner mi cabeza sobre ella y mirar al horizonte. Destino: Columbares. Así se queda. Por Dios, que enlace.
Tres cuartos de hora después estaba abajo, despeinado, intentando entrar en calor, comiendo un bocadillo de magra con tomate y dando gracias porque había enlazado a la primera y la transmisión era muy buena, uf...
Cuando llegamos a la cima de Ricote comprobamos que hacía buen tiempo. El cielo estaba despejado y desde lo alto se podían ver claramente los picos que nos interesaban, en concreto, Columbares.
Al pie de la torre no hacía mucho viento y apenas frío. Me puse el forro polar mientras miraba hacia arriba, repasando lo que tenía que hacer.
- Orientar la parabólica, desconectar la barbacoa y conectarla al otro equipo, vale.
Llené mis bolsillos. Llave del 17. Cojo dos más por si acaso. Llave del 11. Destornillador. Tijeras y bridas, para los cables.
Me puse el arnés, avisé a mi compañero y empecé a subir la escalera.
Los últimos días ya me notaba las manos hinchadas, y me dolía a cada escalón que me agarraba. Una mano del derecho y la otra del revés, maldita fractura...
Serían en total unos veinte metros los que tenía que subir pero a mitad de trayecto una antena tipo tambor entorpecía la escalera. Con cuidado de no tocarla la evité y continué subiendo. El viento era cada vez más fuerte conforme iba ascendiendo.
Por fin, llegué a mi destino. Con cuidado te sueltas de una mano y coges el mosquetón. Tu cuerpo pasa a depender de una mano a otra mientras pasas la cuerda por los hierros de la torre y... clic, tu vida depende ahora de una cuerda.
Entonces me di cuenta de que la diferencia de temperatura con respecto al suelo era abismal. Y el viento era cada vez más fuerte. Me puse manos a la obra.
Saqué la llave y empecé a aflojar la parabólica. A cada tirón me dolía más la mano, de la posición, del esfuerzo y del frío, que congelaba los dedos. Para colmo, no llegaba bien a las tuercas de arriba, así que tenía que volver a desengancharme, subir unos escalones, engancharme de nuevo y ponerme a trabajar. Eso tan "simple" me costó horrores. El viento me echaba hacia atrás y no podía casi moverme. Incluso estando atado con el arnés tenía que sujetarme con las manos a la torre, por el "respeto" que me daban algunas ráfagas.
Siempre dicen que "no mires hacia abajo". Pero me he dado cuenta de que no tengo tanto vértigo como pensaba. A los 1124 + 20 metros de altura que estaba, lo mejor que podía hacer hasta que parara la ráfaga era mirar el paisaje.
Y cuando llevas treinta segundos y no ha parado, decides seguir porque si no, te pasas toda la mañana ahí arriba.
Al rato, conseguí darle un buen meneo a la antena. Saqué medio cuerpo de la torre para poner mi cabeza sobre ella y mirar al horizonte. Destino: Columbares. Así se queda. Por Dios, que enlace.
Tres cuartos de hora después estaba abajo, despeinado, intentando entrar en calor, comiendo un bocadillo de magra con tomate y dando gracias porque había enlazado a la primera y la transmisión era muy buena, uf...
viernes, 11 de enero de 2008
adaptâre
Mathieu volvió con las manos vacías de la sala, tras haber llevado otro par de copas para la cena. Buscó en la mesa de la cocina lo que poder llevar a continuación, y mirando a su interlocutor, continuó la conversación con aún más interés:
- Mi definición de inteligencia se basa, sobre todo, en saber adaptarse, en la facilidad que tiene alguien para adaptarse a diversas situaciones, a los cambios, a imprevistos, a nuevos retos...
Hablaba con su inconfundible acento francés, y con sus gestos para hacerse entender más fácilmente, aunque no le hicieran falta.
Siempre cortés, siempre atento, siempre amable, se acababa de definir a sí mismo, con toda la razón del mundo, en muy pocas palabras.
- Mi definición de inteligencia se basa, sobre todo, en saber adaptarse, en la facilidad que tiene alguien para adaptarse a diversas situaciones, a los cambios, a imprevistos, a nuevos retos...
Hablaba con su inconfundible acento francés, y con sus gestos para hacerse entender más fácilmente, aunque no le hicieran falta.
Siempre cortés, siempre atento, siempre amable, se acababa de definir a sí mismo, con toda la razón del mundo, en muy pocas palabras.
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