Aste Nagusia significa Semana Grande, de Bilbao en este caso.
Para mí han sido unos días a lo grande, hospedados en una casa de lujo (gracias Iani, a ti y a tus aitas) y con un menú de comida-turismo-visitas-fiestas increíble.
Primero pasé noche en Valencia, donde salimos de ruta por el Carmen, viejo barrio amigo mío, con algún travelo que otro. Noche tranquila, nos esperaban más de 7 horas de coche, a la increíble velocidad de crucero de 90 kmh de "Héctor anti-peajes", sí, conduces como una abuela, pero vino bien sobre todo para contarnos los últimos meses: siete horas sin poner la radio!! Y no paramos de hablar ni un momento, si es que tenemos un rollo los dos...
Las fuerzas aliadas del sur (y del eeeeeste) llegaron a Bilbo, en plena fiesta. Y hemos vivido de todo:
Montaña, con vacas y palomas gordas, funicular, todo verde (demasiado verde para uno de murcia).
Playa, con un fresquito mar cantábrico, llena de gente y de cotillas que luego te asaltan en un autobús de madrugada y te cuentan que habían puesto la oreja en tu conversación y que sabían que andabas tonteando con una tal USB. Aunque no me extraña porque mis pintas de tim burton con las gafas de la Jenny eran totales. Tengo que decir que en ese mismo bus tuvimos el encuentro con un sujeto indescriptible, por no decir burradas, del típico machito bilbaíno, en fin... de todo tiene que haber.
Pintxos: qué gran invento. Me recordó a las tapas de Granada, pero esto es un poco más a lo bestia, todo lleno de pintxos por todas partes y algunos realmente buenos. El día que pasamos en San Sebastián lo recordaré por los pintxos, buenísimos, y por la panzá a andar por toda la Concha hasta llegar al despeine de los vientos, que menuda ventolera!
Y en Bilbo, además de pintxos, tuvimos txoznas (carpas con barras para beber y comer), tuvimos Guggenheim, James Bond, Puppy (un perro gigante de flores), San Mamés, fuegos artificiales (hay que ver la pasión que tiene la gente del norte por los fuegos, ya ves tú), alcohol en todas sus variedades: cubatas, güitos, poteo, tragos y katxis, mucha música, incluida la canción de la Aste Nagusia y chicas, muchas chicas guapas bilbaínas.
Al principio, el valenciano y yo pensamos que el nivel iba a ser bajo, pero conforme pasó la semana la cosa mejoró. Y entre las amigas de la Iani (muy divertidas todas, sobre todo Chorcha y su arte para desaparecer de Héctor), las locas del bus, las anti-campos de trabajo y unas cuantas más, las noches fueron bastante euskoamenas (Iani, te queremos, la próxima vez no le devuelvas las llaves).
Después de cinco días sin parar, aún nos quedaban fuerzas y nos plantamos en Santander, pijolandia para mí. Cómo puede haber tanta niña pija junta! Y niños, bueno, de 40 años cada uno. Y unos calimochos de pacotilla por 4 euros y toda la noche de pie hablando!! Pero esta gente qué entiende por fiesta!!
Muy decepcionante. Lo mejor: la gastronomía, por supuesto, con las tosnas (tapas) y el paisaje. Santander es precioso, pero vete de fiesta a Bilbao.
De vuelta, otras ocho horas de coche-abuela, pasando por un Logroño desolado, amenizados por Alonso y el fútbol, y noche de petardos en Valencia, estos valencianos, que están mal de la cabeza y a cualquier cosa le llaman longaniza...
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